sexta-feira, agosto 13, 2004

Entrevista a Guillaume Faye

Do Forum Nacional, um textozito em Castelhano, essa língua irmã que, no seu devido lugar, é muito útil aos Portugueses - como os Castelhanos, orgulhosos, traduzem tudo para o seu idioma, os Portugueses que não dominem bem línguas estrangeiras, podem ler quase tudo, já que qualquer português percebe, melhor ou pior, o Castelhano:

Periodista, escritor, polemista, productor de radio, guionista,
Guillaume Faye ha sido uno de los principales animadores de la
corriente conocida como Nueva Derecha, movimiento que abandonó a
mediados de los años 80. Después ha dirigido la publicación mensual
J'ai tout compris.

En la actualidad, mientras continúa su carrera periodística, analiza
la situación y lanza nuevos dardos ideológicos que corren el riesgo
de hacer diana en todos los intentos.

P-Français d'abord: ¿Podría darnos una definición de lo políticamente
correcto y explicar como funciona?

R-Guillaume Faye: Lo "políticamente correcto" es, antes de nada, una
censura social del pensamiento y del lenguaje impuesto en los Estados
Unidos por los medios liberal-radicales, los grupos feministas,
homosexuales, y por ciertas minorías étnicas, con el fin de paralizar
la expresión de la derecha republicana. Pero en Francia,
lo "políticamente correcto", adquiere un perfil más severo que en los
Estados Unidos, es una vieja historia. Lleva al ostracismo a los que
no siguen la línea y los discursos oficiales de la ideología
hegemónica. En la universidad de los años 60 y 70, el antimarxismo
era políticamente incorrecto y sus detractores eran diabolizados
como "fascistas".

Lo políticamente correcto es la condición sine qua non para acceder a
los grandes medios de comunicación y no ser socialmente satanizado.
Es lo "políticamente chip". Decid "jóvenes salvajes" en lugar de
magrebíes amotinados. Hablad de incidentes y no de "razzia". Evocad
los "efectos colaterales" de las Fuerzas Aéreas estadounidenses en
Serbia, pero evitad sobre todo el tema incorrecto de los bombardeos
de los barrios del norte de Belgrado. Decid "fractura social" en vez
de "pauperización" y sobre todo para ser políticamente correcto, hace
falta ser etnomasoquista, es indispensable.

P-¿Cuál es entonces el lugar de los que tienen cosas que decir y
verdaderas preguntas que hacer?

R-Sobre todo no es necesario que se autocensuren y edulcoren sus
discursos. Para forzar la barrera de lo políticamente correcto yo
preconizo el pensamiento radical; es decir, el pensamiento verdadero
y afirmativo, del que hablaba Nietzsche en su "Como se filosofa a
martillazos". Frente al sistema es necesario aparecer como un
verdadero enemigo, y no como un falso amigo. Como ha escrito
Solzhenitsin, sólo siendo radical el discurso disidente podrá
desafiar la censura y alcanzar el oído del pueblo.

P-¿Por qué la extrema izquierda no representa una alternativa?

R-Porque sus ideas y sus hombres, los del trotskismo
internacionalista y cosmopolita, están ya en el poder. Porque su
discurso social está obsoleto y recentrado sobre la inmigración y la
xenofobia, sin tener en cuenta la defensa y la protección del
verdadero pueblo francés.

P-¿Qué es lo que le permite afirmar que el librecambismo caerá en
breve?

R-Mis posiciones son las de Maurice Allais, premio Nobel de economía.
El mundialismo librecambista no es viable a medio plazo pues descuida
las diferencias de factores de producción entre las distintas zonas y
suprime las regulaciones económicas. Es un semi-remolque con el
conductor dormido. Ahora bien, en una autopista, una cosa es segura:
siempre hay una curva en alguna parte.

Para ser breve, yo soy favorable a la teoría de la autarquía de los
grandes espacios: un espacio europeo de economía de mercado, sin
fiscalismo ni estatismo, pero operando contingentemente sobre las
importaciones exteriores, sobre todos los flujos, ya sean
financieros, materiales o humanos.

P-Usted ha puesto en evidencia los peligros del ascenso del
integrismo religioso, ¿no cree que pueda existir una forma moderada
de Islam?

R-No, el Islam laico y moderado no existe. El Islam es una
civilización teocrática donde la fe se confunde con la ley. Cuando el
Islam es mayoritario sobre un territorio, los cristianos y los judíos
tienen un estatus de inferioridad. El Islam no conoce ni la
tolerancia, ni la reciprocidad, ni la caridad hacia el no musulmán,
excluida la umma (comunidad de creyentes del Islam). A este respecto
la ingenuidad de los políticos y de los prelados es anestesiante.

P-Para usted, la inmigración no es una invasión, sino una
colonización poblacional. ¿No estamos ante una diferencia puramente
semántica?

R-Francia, en su historia, ha sufrido invasiones totales o parciales
por parte de alemanes, ingleses, rusos, etc. Sin embargo, ha seguido
siendo ella misma. Una invasión tiene carácter militar y la suerte de
las armas puede cambiar. La inmigración actual es una colonización
poblacional, con frecuencia consciente y vivida como una revancha
contra la civilización europea. Se pretende además definitiva. La
colonización de las maternidades, como subrayaba el general Bibeard,
es mucho más importante que la de las fronteras porosas.

P-Regresemos, si usted quiere, a la política. ¿Cómo explica los
ataques que el Frente Nacional viene sufriendo desde hace quince
años?

R-Como decía Jean Baudrillard en 1997, en Libération, si mi memoria
no me engaña (lo que ha servido para ser satanizado por el terrorismo
intelectual de sus colegas), "el Frente Nacional es el único partido
que hace política, allí donde los otros hacen marketing electoral".
Ahora bien, el sistema detesta a los que hacen política, y a los que
tienen ideas o proyectos de sociedad alternativos. Por otro lado, el
Frente Nacional se parece a un médico que osa decir a su paciente que
tiene cáncer y que debe hacerse operar. Es siempre desagradable de
entender.
La acusación neutralizadora de "racismo" y "fascismo" (en otro tiempo
lanzada contra Raymond Aron, allá por 1968, porque no era estalinista
ni marxista) no son ni siquiera presa seria para los que las
profieren. Son anatemas para-religiosos, excomulgaciones lanzadas
contra todo grupo constituido que conteste los dogmas oficiales de la
clase intelo-político-mediática en el poder.

P-Si le entiendo bien, ¿los partidos del gobierno formarían entonces
una suerte de partido único al que podríamos llamar también Frente
republicano?

R-Vivimos dentro de un régimen totalitario a la occidental, más
sutil, pero emparentado con los regímenes soviético o iraní. La
mayoría y la oposición oficiales no discuten más que de puntos de
doctrina secundarios, pero siguen perteneciendo a la misma ideología,
la única autorizada. Difieren algo sobre los medios, pero no sobre
los fines. Dicho "Frente republicano" (que en realidad ha usurpado
escandalosamente este bello vocablo romano de res publica, igual que
el concepto griego de demokratia) incluye varios frentes. Sobre las
opciones generales, están todos de acuerdo. En la actualidad, y
empleo para ello personajes de Hergé, el señor Chirac se asemeja al
capitán Haddock, el comandante ebrio y sin poder a cargo del
Karaboudjian que transporta el opio, y el señor Jospin al teniente
Allen, que es el verdadero jefe a bordo. ¡Que llegue pronto Tintín!

P-El Frente Nacional sería entonces la única novedad política después
de 50 años...

R-Eso son los historiadores del año 2050 los que lo dirán. Nosotros
hemos llegado a un punto en el que, como he tratado de explicar en mi
ensayo L'archéofuturisme, hemos vivido una convergencia de
catástrofes. Por primera vez desde el hundimiento del Imperio Romano,
nuestra civilización está globalmente amenazada (étnica, demográfica,
cultural, ecológica, económicamente...). Es el "caso de urgencia", la
Ernstfall de la que hablaba Carl Schmitt. Vivimos unos tiempos y unas
apuestas más cruciales que, por ejemplo, la derrota de 1940. Se trata
de salvar un pueblo y una civilización. En este sentido, la misión y
la ambición de movimientos como el suyo debe ser de orden histórico
más que político. Se trata de "Gran Política" en sentido
nietzscheano. En estos tiempos crepusculares, un movimiento político
no puede tener futuro si no se afirma como el único defensor de un
proyecto revolucionario, que se reivindica (como fue la genial
táctica de Charles de Gaulle en 1940) como el último recurso.

Lo esencial no está en ser una "novedad política", lo esencial es, de
verdad, imponerse como una novedad "histórica".

[Entrevista realizada por François Delancourt para Français d'abord,
publicación del Frente Nacional Francés. Traducción: Alfonso Jaular
Llama]