quarta-feira, dezembro 08, 2021

A VERDADEIRAMENTE NOSSA SENHORA DE OITO DE DEZEMBRO

                       


Sobre uma festa sacra de 8 de Dezembro, com base num elemento folclórico do país irmão, junto à área portuguesa, que parece indicar o eco de alguma Divindade feminina da montanha, ligada à matança, eventualmente uma Trebaruna, adorada na Lusitânia, território que incluía Portugal central e parte da actual Extremadura espanhola:
http://blogs.hoy.es/…/la-chicharrona-senora-de-las-matanzas/
Tal día como hoy, 8 de diciembre, un ser mitológico desciende de las sierras hurdanas. Es La Chicharrona.
Según me cuenta el investigador y profundo conocedor de las Hurdes Felix Barroso, que lucha día a día por recuperar los ritos ancestrales hurdanos, la Chicharrona era un personaje mítico, una mujerona con pandereta y garrote que bajaba de las montañas con una ristra de chorizos al cuello.  Llegaba el día de “La Pura”, la Purísima Concepción, que era el día que se entronizaba a esta mitológica figura. La Chicharrona era un mito que se hacía carne y hueso en alguna vecina de la alquería, normalmente una moza de cierta belleza y con las características que la tradición y el legado de los antepasados asignan a este personaje, una mujer de cabellera rubia y larga, ataviada únicamente con pieles de cabra, que bajaba desde el monte trayendo a los pueblos la licencia para que la gente pudiese hacer la matanza, ya que con ella venía el tiempo frío y seco.
Cuando La Chicharrona llegaba a la aldea, salía a su paso el tamborilero y la acompañaba hasta las calles del pueblo. 
“De entre la nieve branca
abaja la Chicharrona,
licencia trae pa matar
el cebón y la cebona”
Los muchachos de los pueblos salían alborozados a primeras horas del día a las afueras de la alquería, a esperar a la Chicharrona, que no viene de vacío. Trae un zurrón con castañas, nueces e higos pasos que va arrojando a la muchachada, a los que intenta besar. A aquellos que se niegan a recibir un beso de La Chicharrona los persigue y azota con una vejiga de cerdo rellena de agua.
Después se hará la “jogará”, una “lumbre” en la plazuela donde se asa un chorizo que se mantenía  en aceite o manteca y se entregaba a los niños.
Ayer, desde las altas montañas hurdanas, la llegada de La Chicharrona trajo consigo el frío a Extremadura. A abrigarse toca, señores.

Doutra fonte: http://blogs.hoy.es/extremadurasecreta/2017/12/05/la-chicharrona-de-las-hurdes-senora-de-las-matanzas/
Sopla un viento helado y cortante que desciende desde la sierra de las Corujas, una montaña mágica y legendaria en la comarca extremeña de Las Hurdes. Allí, al pie de su cumbre, tiene su gruta la Chancalaera, hermanastra mitológica de la Serrana de la Vera, harpía extremeña mitad mujer y mitad ave que seduce a los hombre para luego matarlos.   Pero hoy la Chancalaera permanece oculta en su guarida, porque quien desciende de la sierra es otra extraña figura femenina: La Chicharrona.
Su nombre, “Chicharrona”, le viene por su relación con uno de los rituales más enraizados en la cultura rural extremeña: La Matanza. Con la ella llegan las mantecas, y con las mantecas del cerdo se hacen los chicharrones, unos deliciosos bollos de harina y azúcar.
Suele encarnarse cada año en alguna vecina hurdana, habitualmente moza de cierta belleza y con las características que la tradición y el legado de los antepasados asignan a este personaje, una mujer de cabellera rubia y larga. Es La Chicharrona una mujerona silvana y mitológica, vestida de pieles de cabra, que cubre su pajiza cabellera con un viejo gorro de piel de zorra o pelo de lobo, y que calza unas enormes “chancáh”, una especie de zuecos o antiguas almadreñas. Lleva las pieles animales sujetas por un cinturón ancho, de donde cuelgan cencerros y calabazas vinateras. En su cuello, grandes collares formado por mazorcas de maíz ya desgranadas y chorizos enroscados.
En sus manos, los símbolos de su poderío: una vejiga de cerdo rellena de agua y un garrote, emblema de la mujer salvaje. En su regazo el símbolo fructificador de un fardel con castañas, nueces e higos pasos. De su zurrón sobresale un pergamino enrollado: La licencia. Y aún trae más en su bolsa encantada: el frío invernal.
En el zurrón lleva el frio
Que reparte a manos llenas
Traigamos el aguardiente
Compadre, siga la fiesta
Y es que si la Chicharrona baja a las alquerías hurdanas es porque hoy es 8 de diciembre, cristianizado como el día de la Inmaculada Concepción, “La Pura”, La Virgen de las Matanzas. Es el día en que los aires fríos se adueñan de esta parte del mundo, y la fecha indicada desde tiempos inmemoriales para que La Chicharrona descienda de sus dominios mágicos con la licencia para que los humanos puedan iniciar los rituales matanceros.
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Antiguamente, cuando La Chicharrona llegaba a la aldea con los primeros rayos del amanecer, la esperaban los niños tocando zambombas hechas con pucheros viejos o haciendo sonar tapaderas de latón y ruidosos cencerros. La señora de las Matanzas lanzaba al aire los frutos secos, y perseguía con sus rústicas armas a los chavales que se burlaban de ella.
Ahora que ya casi no quedan niños que la esperen le sale al paso el tamborilero, y en las calles del pueblo la reciben los ancianos con coplas vetustas y antiguas tonadas que hablan del frío seco que trae la Dama Salvaje, de las alquerías hurdanas, de la sierra mágica y del momento mítico en el que los dos mundos se encuentran. Y somos los adultos, lugareños y foráneos, los que nos acercamos a besar a La Chicharrona, con el convencimiento de que traerá suerte a nuestras vidas y carne a nuestras despensas.
Antiguamente los muchachos recorrían las casas recolectando comida para la “jogará”, la hoguera comunitaria, en la que se asaban patatas, chorizos en aceite y restos de la matanza anterior.
Este año se ha escoltado a La Chicharrona hasta la era de lanchas de la alquería de El Mesegal, que con tan buena voluntad limpiaron los vecinos de la aldea. Allí la aguarda El Chicharrón, macho cabrío antropomorfo ataviado con pieles y coronado por cuernos que comienza un lúbrico cortejo que cristaliza en una danza ancestral al son de la gaita y el tamboril.
Ya no quedan muchachos que corran por las calles haciendo resonar los valles con ruido de cencerros, entrechocar de latas y estrépito de zambombas, ya no crece el clamor cuando la noche cae sobre las casas hurdanas, porque el ruido, de todos era sabido, espantaba a las brujas para que no vinieran “a maliciar la chacina”.
Dicen que todavía quedan casas en las que, cuando la oscuridad y la noche ya se han enseñoreado de los valles hurdanos, se hacen los “seranos” las tertulias nocturnas donde se cuentan cuentos y se cantan coplas.
Y ya en la noche cerrada, cuando las últimas luces se apagan y el silencio se adueña de la aldea, los hombres duermen, pero los ritos no acaban. Porque en algunas viviendas “dejaban un pote de castañas cocidas con un cacho de tocino, arrimado a la lumbre. Y es que decían -cuenta Félix Barroso,rescatador de tradiciones y hurdanófilo empedernido- que, cuando todos estaban dormidos, entraba La  Chicharrona a cenar en las casas. Había que tenerla contenta para que el año próximo también trajera la licencia y el tiempo frío y seco para poder hacer las matanzas”.
Este ritual, curiosamente, tiene una enorme similitud con otros que hemos encontrado durante la Edad Media en lugares tan alejados como Centroeuropa, antiguos ritos italogermánicos en los que las familias depositaban ciertas noches del año comida y bebida para la Dama Abundia, con el convencimiento de que con este ágape nocturno se ganarían la benevolencia de las Buenas Damas y la abundancia de la familia para todo un año.

(...)

«Garrote» em Castelhano é sinónimo de «Clava», «Maça», «Cachaporra».