terça-feira, março 12, 2013

LEMBRAR OS ATENTADOS TERRORISTAS NO PAÍS IRMÃO A 11 DE MARÇO DE 2004

Eis um texto de excepcional riqueza que assinala bem a data de ontem, e que por lapso aqui não coloquei. Tentei ao máximo cortar partes do texto só para que não se apresentasse aqui demasiado longo, que eu já sei que quando o texto é longo o pessoal não lê, mas as centenas de palavras que abaixo se podem ver são, realmente, necessárias, e devem ser tão divulgadas quanto possível - porque o inimigo está já dentro de portas e a cautela, que era para ontem, hoje está mais urgente do que nunca:

Los atentados de Madrid del 11 de marzo del 2004 y los de Londres del 7 de julio del 2005 han venido a demostrar de manera brutal que el modelo de sociedad multicultural que se preconiza en Occidente como el Edén terrenal es en realidad la antesala del infierno. Sin duda subsisten dudas acerca de la autoría moral de aquellos atentados (y de algunos más del mismo género), pero lo innegable es que los autores materiales de esas masacres fueron musulmanes que actuaron motivados por su odio a Occidente, en nombre del islam y a mayor gloria de Alá. Y eran inmigrantes acogidos a la hospitalidad de las sociedades a las que atacaron y beneficiarios de la tolerancia de los mismos a los que asesinaron.
Las políticas migratorias de los distintos países de la Unión Europea tienen en común el hecho innegable de constituir un error y un fracaso. Ni el modelo francés, ni el inglés, ni el alemán, ni ningún otro aporta la más mínima esperanza de éxito. Muy por el contrario, el progreso, la estabilidad, el bienestar, la paz y la misma supervivencia de las naciones europeas están seriamente amenazadas por esa inmigración masiva y caótica que constituye una verdadera marea de pueblos como Europa no había visto otra semejante desde que las grandes invasiones bárbaras del siglo V sellaron el final del Imperio Romano.
Los autores de los atentados de Madrid eran inmigrantes legales, establecidos entre nosotros con su verdadera identidad al amparo de la permisiva legislación vigente, de la tolerancia suicida de una sociedad dirigida por incompetentes temerarios, y del desorden generalizado de una inmigración salvaje que no tenemos el valor ni la voluntad de atajar.
Los perpetradores de las masacres del 11-M no eran terroristas llegados desde el exterior de incógnito, protegidos por una falsa identidad, para cometer un criminal ataque y después regresar a su lugar de origen una vez el objetivo alcanzado. Eran extranjeros instalados entre nosotros, con su documentación en regla, con residencia legal, acogidos a nuestra hospitalidad, cobijados bajo nuestras leyes y beneficiarios de las comodidades y las ayudas que tan insensata como pródigamente les brinda nuestro país, y que han utilizado nuestra generosidad y la permisividad de nuestro sistema para asesinarnos, auxiliados en esa tarea por las facilidades ofrecidas cándidamente por la misma sociedad que buscan destruir.
No se trató de una agresión externa, sino de un ataque interno, un golpe a traíción propinado por gentes que durante años mandaron a sus hijos a nuestras escuelas, fueron atendidos en nuestros hospitales, recibieron pisos de protección oficial, etc…, mientras afilaban el cuchillo que nos habían de clavar por la espalda. Los asesinos ya no vienen del Oriente remoto y misterioso. Ahora viven en nuestro rellano, nos acechan al otro lado de un delgado tabique hecho de inconciencia y de ingenua confianza.
La política migratoria española, y en general la del conjunto de la UE es un absoluto desacierto, pues permite en la práctica dar cobijo a los terroristas y facilitarles las condiciones y los medios apropiados para la elaboración “in situ” de sus crímenes, ya que la masiva presencia de inmigrantes musulmanes proporciona un marco demográfico y cultural adecuado para el disimulo y el camuflaje de los terroristas en el escenario mismo de su terreno de acción. La actual política inmigratoria es un arma que la víctima (la sociedad española en particular y la europea en general) le ofrece al verdugo (el integrismo islámico). La inmigración magrebí es el agua musulmana donde nada a gusto el pez del integrismo islámico.
Los autores de los atentados de Londres eran todos ciudadanos británicos de pleno derecho, nacidos y criados en Gran Bretaña, y beneficiarios de las ventajas y oportunidades que brinda a sus nacionales uno de los países más prósperos y democráticos del mundo. Ese otro mito de la integración, tan caro a esta Europa tan pusilánime y renegada de si misma, saltó por los aires, junto con unas cuantas docenas de ingleses que hasta ese momento creían que el mayor peligro que corrían en las pulcras calles de su brumosa ciudad era la remota posibilidad de pisar una cagada de perro no recogida a tiempo por el desaprensivo dueño de una mascota.
Nosotros también tenemos de esos elementos. En las cárceles españolas hay actualmente varios centenares de miembros convictos y confesos de distintas organizaciones terroristas islámicas, sin contar ya los “presuntos” ni los que andan sueltos por nuestras calles aún sin identificar. Una cantidad significativa de esos criminales posee la nacionalidad española. Esto pone de manifiesto la irresponsabilidad de nuestros gobernantes y el desconcierto absoluto que domina nuestra política migratoria, que por un lado da permisos de residencia a todo el que logra colarse por las porosas e indefendidas fronteras de nuestro país, y por el otro le regala la nacionalidad a cualquiera que la pide, sin exigirle a cambio que acredite algún mérito para tan graciosa como singular concesión.
(...) Hemos llenado la casa de enemigos y estamos alimentando a una legión de feroces alimañas que sólo espera el momento oportuno para saltarnos a la garganta. Por nuestras calles se pasean como Pedro por su casa miles de potenciales hombres-bomba dispuestos a arrasar a España y a Europa entera a la voz de orden de sus imanes y otros líderes comunitarios, y seguimos discutiendo del sexo de los ángeles. Tenemos un ejército enemigo dentro de nuestras fronteras: 25 millones de musulmanes en Europa. Con que sólo el 1 % de estos esté dispuestos a atacarnos (¡y será más del 1%, podemos estar seguros!), esos 250 000 soldados de Alá pueden sumir al continente en un infierno. (...)